Entre los fuegos artificiales y el bullicio que se viven en estos días en las calles, al inicio de la Navidad, se ha presentado un accidente aéreo de grandes proporciones, con 71 muertos y 6 sobrevivientes.
Hecho que ha consternado a la población y ha demostrado un sentido solidario que trasciende toda ideología.
Tal vez pueda ser un hecho que ha despertado en las personas miedo, tristeza y en algunos, hasta una visión trágica de la vida.
Esta noticia, me ha impulsado a reflexionar sobre la fragilidad de la vida y como logramos sobrevivir, sea ante una catástrofe, una pérdida en el bosque, un secuestro o una pérdida de un amor o simplemente, quedarnos sin empleo.
Si estas condiciones adversas no son nuestro caso, podríamos tomarla como referente para situaciones que podríamos estar viviendo en silencio, en soledad, calladamente, aún estando dentro de la ciudad, rodeados de familia y amigos.
¿Te da miedo morir hoy?…
Todas las experiencias que conocemos a través de las personas sobrevivientes de una catástrofe, dan cuenta de la gran fuerza física, psicológica y espiritual que se requiere para superar semejante peligro.
La fuerza psicológica que ponemos a prueba en tiempos de crisis, es la que debemos fortalecer y entrenar. Tenemos una asombrosa capacidad de resistencia tanto en el cuerpo como en la mente, si mantenemos presente la voluntad de vivir.

Consideraré algunos aspectos propios de las técnicas de supervivencia, y semejarla a una experiencia de crecimiento personal:
1. Lo primero es «hacerse cargo de la situación»
Es la toma de conciencia, de cómo nos encontramos en el presente. ¿Qué medidas de urgencia debo tomar?¿Que peligros inmediatos me amenazan?.
2. No tener prisa indebida
Esto es igual a no reaccionar sin antes planear cualquier acción. Es evitar todo movimiento inútil, sin un objetivo preciso, para no gastar las energías. Las necesitaremos en el momento justo. La ansiedad puede hacernos mover sin sentido.
3. Recuerda donde estás
Es conocer muy bien el terreno en que nos encontramos. ¿Qué hay en los alrededores? Qué conocimiento, habilidad, relación y objeto me puede servir?
4. Dominar el miedo y el pánico
Es importante preguntarnos si alimentamos el miedo con temores anticipados. Saberlo canalizar nos ayudará en momentos reales de peligro. Junto con el miedo, aparecen el tedio y la soledad. Solo que estos últimos se van apoderando de nosotros en forma gradual, y poco perceptible.
5. Improvisar creativamente
Sea cual sea el lugar donde nos hallemos, siempre habrá algo por hacer o aprovechar con miras a la supervivencia. ¿Que tenemos a la mano que podamos modificar?. La creatividad nos puede salvar!!
6. Contactemos al yo aborigen
Imitemos a los indígenas, ellos están en contacto permanente con la naturaleza y la conocen muy bien. ¿Qué serenidad y sabiduría debo cultivar para escuchar la naturaleza misma? Invoquemos a nuestro ser aborigen, el más primitivo y sabio.
7. Mantener una brújula y un mapa
Hacia dónde vamos? Y dónde estamos? Son las preguntas que no pueden desaparecer nunca. Conocer muy bien el mapa, con los símbolos y convenciones para el desplazamiento nos facilitará el camino de salida.
Recordemos que toda brújula nos señala en norte, hacia el frente, hacia adelante.
Cuál sería tu brújula? Los valores?. Y cuál es tu mapa? Seguro que tu mapa no es el mismo que tiene otra persona.
8. Actualice su diario de ruta
El diario es esencial para toda persona que desee sobrevivir. La forma más sencilla de medir las distancias cuando estamos perdidos, son los pasos dados. En la vida cuando nos sentimos perdidos, para ubicarnos de nuevo, necesitamos un recuerdo de nuestros aprendizajes, “los pasos que hemos dado”.

La experiencia de supervivencia en soledad, es muy diferente a vivirla en grupo. En la primera, el pánico se apodera más fácil de nosotros y el agotamiento puede sentirse rápidamente. En grupo, el agotamiento puede ser más llevadero físicamente, pero psíquicamente puede ser más complicado, sino se regula.
Veamos como el acontecer de un grupo de crecimiento, se puede semejar a lo que se puede vivir cuando un grupo de expedicionarios de pierde en un bosque.
Era el final de un taller, pasados tres días de encuentro cercano, donde se lograba percibir el olor, la alegría, la confusión y el dolor. Aquí se podía sentir, que en cada integrante se movían asuntos muy personales, que parecían olvidados por la vida.
Los expedicionarios, al tercer día de estar perdidos probablemente, estarán hablando de lo que no hicieron, ni sintieron por estar ocupados.

Ya estábamos en un momento donde no se hablaba, si no en clave emocional. Todo surgía espontáneo porque no había espacio para la palabra, pues quedaban cortas. No hay escapatoria, pase lo que pase por mi cuerpo, es aquí donde las debo reconocer, de nada me sirve esconder las emociones.
Reconocer las sensaciones corporales y traducirlas a palabras o acciones requiere una conciencia permanente y asumir riesgos.

En un abrazo logré sentir cuerpos sedosos y otros cálidos. En otros, rostros de ternura, iluminados de esperanza y confundidos. Seguramente habitaban algunas voces internas como estas. “Algo cambiará cuando regrese a mi lugar cotidiano, haré de mi realidad una experiencia gratificante”.
A la mayoría, nos cuesta expresar sentimientos profundos y que por la acción de la mente racional las hundimos, aunque reclamen su lugar.
Para sobrevivir, necesitamos “pedir ayuda” sin reparos.

Tener una experiencia de supervivencia, así como una experiencia grupal de crecimiento suelen tener momentos muy críticos, donde tendremos que ir despojándonos de toda clase de capas defensivas, para ir al núcleo esencial; como en una cebolla, que capa tras capa se va cayendo, como una lágrima contenida que no aguanta más.

Por muy empantanados que estemos en la confrontación grupal, las condiciones están dadas, para que se favorezca la expresividad de nuestro núcleo central, el yo más auténtico y hasta sombrío. Son oportunidades únicas, que se viven una sola vez en ese irrepetible momento.

De regreso a mi casa, me preguntaba: “Cómo logré sentir tan cerca estas personas, que hace unas cuantas horas era unos totales desconocidos”?.
Es posible acceder con prontitud a la esencia de otro, si logramos estar abiertos a la experiencia de vulnerabilidad.
Regresar a casa, sea cual sea la experiencia vivida, siempre es una dicha para compartir con los seres queridos que merece toda celebración y un cambio sustancial con un trato compasivo, por preservar la vida y el crecimiento humano.
Regresar de cualquier viaje, como sobreviviente es un retorno al Alma que hace que todas las cosas sean sagradas.
Si escucháramos más nuestra Alma… “haría que dobláramos de rodillas” (Emerson)
Un abrazo,
Álvaro Cardona
Excelente todo este material. Gracias por compartir.
Excelente todo este material. Gracias por compartir.
Hola Amalia, gracias por tu comentario. Es muy valioso saber que te sirve y te gusta. Un abrazo.