Siempre me ha fascinado el símbolo de la espada. Creo que cuando era niño alguna vez me regalaron una espada (de plástico claro está) para hacer alarde de las habilidades guerreras.
Tener una espada mortífera en la mano, es una sensación indescriptible. Un símbolo de poder, de decisión, disciplina y valor que de seguro tendremos que empuñar algún día.

Hablaré aquí, no de una espada para la guerra real contra otro, (aunque quisiéramos cortarle la cabeza al que odiamos o creemos de enemigo) sino de lo que significa tomar la espada, asumir el poder de una decisión para afrontar la guerra entre los opuestos de miedo e intrepidez.
La espada implica a un guerrero que la maniobre. Implica una mente disciplinada, despierta, sabia. Y también implica un cuerpo con vitalidad y agilidad suficiente para un golpe mortífero. Aunque el objetivo de la espada es cortar, necesitará del guerrero la unión de mente-cuerpo que se hacen uno en la acción eficaz, contundente y firme.
Tomar una espada y dirigirla hacia una dirección, un punto focal requiere una gran decisión. Mantener una decisión a pesar de que resueltamente hayamos dicho. “hasta aquí llegó”, y cortamos. No es tan fácil.

La espada cumplió su trabajo, y ahora el trabajo continúa en el guerrero. En el acto de mover la espada hacia un golpe eficaz, allí hay un compromiso inaugural de una declaración de guerra con los deseos y las aversiones que vivimos.
Según Chevalier (1999), “Cortar no es resolver, este es el ejemplo de las soluciones aparentes y efímeras”. Para que prevalezca y perdure en el tiempo el resultado, se requiere de un compromiso y cultivo de la sabiduría.
Elegir entre destruir o construir, puede ser muy fácil, sin embargo siempre debemos considerar que ambos aspectos van juntos. Necesitaremos algunas veces destruir lo que nos “está destruyendo” u oprimiendo. Y construir otro modo de vivir, de relacionarnos. El uno implica el otro. Esta energía guerrera dada por Marte o Aries, nos da la fuerza necesaria para poner límites al sufrimiento y al deseo. Los limites a lo que termina y lo que comienza, entre el pasado y el futuro.
Cuando mente y cuerpo están sincronizados, a uno ya no le quedan dudas.

Desapegarnos y cortar un mal hábito o una relación tóxica, es un viaje entre valentía y bondad. Soltar o abandonar cualquier vestigio de duda o vergüenza para apreciarnos y respetarnos a nosotros mismos.
¿Y porque remitirnos al guerrero, donde precisamente estamos anhelando la paz?. No me refiero aquí a que busquemos la guerra con los otros, sino a que más bien desarrollemos la valentía de ser quienes somos. No es para defender nuestro espacio de manera egoísta, sin que nadie lo toque. Ni que nos afinquemos en una posición firme, para defender nuestras ideas. La espada la necesitamos para iluminar nuestra consciencia, que ayude a inspirar y elevar nuestra existencia bondadosa.

Y precisamente, cuando sentimos que en realidad no podemos mantenernos erguidos, cuando sentimos vergüenza por nuestro trabajo, nuestras finanzas, la educación que nos dieron nuestros padres o nuestras deficiencias sicológicas, es cuando necesitaremos acudir a esta condición de guerreros.
No es cuestión de que seamos guerreros para conseguir más cosas, más títulos, más logros, esto lo que hace es aumentar nuestras capas de apariencia. Es más bien la conquista de nuestra propia bondad. Esta bondad que es capaz de despertarnos y hacernos sentir que somos básicamente buenos. La espada como símbolo masculino, nos da la dominancia. La bondad como principio femenino nos da la capacidad de asociarnos, unirnos o amarnos.

Tal vez, necesitaremos aprender de los guerreros su disciplina, su valentía y su bondad en relación con el miedo.
En este trabajo interno de guerrero, uno ya no se deja intimidar por el montón de cuentas que hay que pagar, las responsabilidades difíciles que hay que asumir, ni de los trámites exigidos por el sistema.

Qué el miedo no nos paralice tanto que usemos la espada como defensa o coraza para ahuyentar cualquier contacto de otro, porque nos sentimos vulnerables. Un autentico guerrero sabrá gradualmente pasar del miedo a la intrepidez, la bondad y la empatía con el dolor de los demás.
El guerrero con su espada, se dispone a estar alerta ante cualquier situación que pueda presentársele y tiene la convicción de que puede asumir totalmente el mando de su vida, porque no está del lado del éxito, ni del fracaso.

Para el guerrero soltar es vivir sin engaño. Es nuestro autoengaño, nuestra propia vacilación la que desorienta a otras personas y las engañamos.
Asumir la condición de guerrero, en la actualidad de la vida personal y laboral nos da el conocimiento de cómo podemos intervenir de manera más eficaz en nuestra vida cotidiana con las exigencias sociales y el disfrute de la vida.
Y quisiera terminar con estas frases del Maestro Chögyam Trungpa:
“El camino de la cobardía consiste en embutirse en un capullo, dentro del cual uno perpetua sus procesos habituales. Mientras siga uno generando los mismos modelos básicos de conducta y de pensamiento, jamás tendrá que dar un salto al aire libre o a un terreno nuevo”.
“La condición de guerrero nos insta a salir del capullo, a aventurarnos en el espacio, con valentía y al mismo tiempo, con ternura”
Un abrazo
Álvaro D. Cardona
El simbolo del guerrero y su espada significa la fuerza y la capacidad de responder a las adversidades de la vida, de mirar de frente, de no esconderse. El guerrero no tiene miedo de enfrentar la vida.
Gracias amigo y colega, buscador y guerrero. Un abrazo.
Älvaro